Agroecología y Gobierno Abierto. El derecho de las niñas, los niños y jóvenes de escoger una agricultura para la vida

Antonio Carrillo Bolea
Fellow Apertus, Veracruz. Director de Estampa Verde A.C.
antonio.carrillo.bolea@gmail.com

RESUMEN

El derecho de las niñas, los niños y los jóvenes a un medio ambiente saludable pasa irremediablemente por las formas en las que se realiza la agricultura y se producen los alimentos, ya que esta actividad determina la salud a nivel paisaje de los ecosistemas, su funcionalidad, integralidad y capacidad de resiliencia ante cambios inesperados como el cambio climático, el cual es una realidad que habrán de enfrentar las futuras generaciones.

 

INTRODUCCIÓN

Actualmente se encuentra en elaboración un plan nacional para incentivar la agroecología en México (1), buscando de alguna manera contrarrestar el modelo hegemónico de agronegocio que ha determinado los modos de producción del agro en este país, normalmente caracterizados por monocultivos y usos intensivos de insumos agrotóxicos (2). Consideramos que las tendencias de cambio demográfico, con un alza importante del crecimiento poblacional en zonas urbanas y despoblamiento de zonas rurales, la revolución digital y el cambio climático, serán los motores de cambios estructurales y transformaciones importantes en el sector, generando oportunidades importantes para plantear nuevas políticas, programas e inversiones. En este contexto, resulta especialmente importante un enfoque centrado en las niñas, los niños y jóvenes ya que ellos son la población que presenta más riesgo de quedarse excluida de estos beneficios, sobre todo en zonas rurales marginadas. El enfoque que brinda el Gobierno Abierto para facilitar el acceso a la información, fomentar la participación cívica y la cocreación de soluciones, es una poderosa herramienta que debe de hacerse más presente en los entornos rurales para mejorar la productividad, incluir a la población juvenil en la reactivación de las economías locales, proveer de medios de conectividad y acceso a mercados, así como también facilitar el acceso a tierras y otros medios de producción.

 

UNA AGRICULTURA PARA LA VIDA

Cuando hablamos de una agricultura para la vida, queremos insistir en que se trata de un nuevo paradigma de obtención de alimentos – en cantidad, calidad e inocuidad – junto con otros bienes y servicios como la regeneración y el mantenimiento de la capacidad productiva de los agroecosistemas, así como la integralidad del ambiente a nivel local, regional y global para las futuras generaciones (3). Actualmente, la tasa de degradación de suelos y pérdida de biodiversidad es alarmante y forma parte de los riesgos y límites planetarios que estamos excediendo, con consecuencias devastadoras que no tenemos plenamente calculadas tales como: fenómenos climáticos extremos, plagas y enfermedades, contaminación de suelo, agua y aire, entre otras (4). Sumado a estos riesgos, nos encontramos con que la edad promedio en el sector rural ronda los 55 años. De acuerdo con la Encuesta Nacional Agropecuaria (5), 36% de los productores tiene de 46 a 60 años, 29% entre 61 y 75, 9.4% entre 76 a 85; en apabullante contraste con 0.8% que tiene menos de 26 años y solo 23.4% tiene entre 26 y 45 años. Estos datos nos demuestran una preocupante realidad: el campo mexicano no solamente se está abandonando gradualmente por las generaciones jóvenes, quienes buscan oportunidades en los núcleos urbanos, sino que la mayor parte del sector (65%), es mayor de 46 años. Desarrollar políticas incluyentes y transformadoras para lograr que la población juvenil permanezca en los territorios agropecuarios implementando formas de agricultura ecológica es una necesidad urgente.

Al enfrentarnos a desigualdades estructurales y un deterioro ambiental avanzado, es razonable mencionar que las transformaciones necesarias no se van a lograr siguiendo el mismo esquema de políticas públicas. La marginación rural supone brechas extremas que ponen en riesgo la vida y el ejercicio de los derechos de las niñas, los niños y jóvenes. Atender efectivamente estas brechas requiere de la acción conjunta de gobierno, sociedad civil organizada y ciudadanía, buscando desarrollar nuevos modelos de gobernanza con un enfoque en los territorios y quienes los habitan: sus capacidades, sus necesidades y sus oportunidades. La agroecología es una disciplina que no ha recibido la debida atención por parte del Estado, y México se ha quedado muy al margen de implementar estrategias innovadoras que actualmente se consideran ampliamente validadas, no sólo para atender asuntos de soberanía y seguridad alimentaria sino también de inclusión económica, restauración ecológica y participación ciudadana (6). La inclusión de las niñas, los niños y jóvenes en la toma de decisiones es clave en el proceso hacia lograr una gobernanza transparente y eficiente de los territorios agropecuarios, sobre todo en un contexto de presiones económicas y comerciales internacionales y malos manejos del presupuesto público que deterioran el Estado democrático y social de derecho, y por lo tanto la capacidad de acceso universal a condiciones de funcionamiento social dignos.

Si bien el desarrollo de un Plan Nacional de Agroecología es un buen paso para contrarrestar años de políticas institucionales desvinculadas entre el sector ambiental y el sector agropecuario, y de esta manera poder empezar a homologar programas que aporten a la producción agropecuaria, la regeneración de los territorios y la salvaguarda de las funciones ecosistémicas; es importante que tal plan provenga de una participación amplia y consensuada, que tome en consideración casos de éxito en México y en el extranjero para construir un modelo apropiado y lo suficientemente complejo para abordar los diferentes contextos que existen en nuestro país. En esta construcción es importante un rescate y sistematización de los saberes tradicionales, un análisis detallado de las capacidades y necesidades de los territorios, así como también asegurar que la alimentación es una cuestión soberana estratégica que debe de ir más allá de la simple especulación comercial de los mercados macro y centrarse en desarrollar soluciones apropiadas desde lo local.

En este escenario, es importante tomar en consideración que en estos momentos no existen mecanismos para facilitar el relevo generacional en los territorios agropecuarios, que los procedimientos de dotación de tierras, tanto privadas como ejidales están regulados de manera ineficiente y responden más a los caprichos especulativos que a una verdadera planeación que permita lograr una gobernanza de paisajes sostenibles. Aquí nuevamente, niñas, niños, jóvenes y mujeres son los más vulnerables y los menos favorecidos por el actual esquema de políticas públicas. Sin embargo, si logramos una correcta integración de estrategias agroecológicas para la mitigación y adaptación al cambio climático, junto con políticas y programas que faciliten acceso a tierras y recursos para hacerlas productivas a la par de herramientas digitales y formación técnica, podríamos tener en el corto y mediano plazo, recursos humanos locales con los suficientes elementos necesarios para implementar los procesos de agricultura para la vida que necesitamos. Estos procesos no solamente podrían proporcionar mejores alimentos provenientes de agricultura familiar de pequeña escala, sino que también permitirán reactivar economías locales y regenerar ecosistemas.

Es urgente involucrar a las niñas, los niños y jóvenes como actores relevantes en la recuperación de las biocapacidades y uso resiliente de los recursos naturales y la agricultura para la vida que es justamente eso: un proceso impostergable para asegurar el suministro de alimentos de calidad y en cantidad suficiente para toda la población, mitigando el riesgo ambiental y social existente. Es importante desarrollar un entorno de políticas que apoyen y recompensen las iniciativas de jóvenes rurales y es responsabilidad del Estado asegurar que se ofrezca una base mínima de bienestar a través de instituciones que provean eficientemente servicios de salud, educación e infraestructura productiva.

CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES FINALES

En este proceso de construcción colectiva de una agricultura para la vida existen muchas oportunidades y escenarios, sin embargo, hacemos las siguientes recomendaciones:

  1. Es importante un enfoque centrado en las personas, que empiece desde las experiencias y capacidades de la gente y que incluya a las generaciones más jóvenes en el proceso. Por ejemplo, Estampa Verde A.C. lanzó el año pasado el programa “Tierras Agroecológicas”, donde se les dotó de capacitación, capital semilla y acompañamiento a jóvenes interesados en desarrollar un proyecto agroecológico en las tierras de su familia. Es muy interesante lo que se puede lograr en poco tiempo con el adecuado esquema de impulso y acompañamiento.
  2. Se debe invertir en el empoderamiento de los jóvenes y las mujeres rurales, pues esto ha demostrado que aumenta significativamente la productividad y mejora la calidad de vida.
  3. Desarrollar e implementar un enfoque que incluya el trabajo de recuperación de la biofertilidad de los suelos como elemento fundamental, ya que sin él no existe una agricultura que pueda sostenerse en el largo plazo en un contexto de clima cambiante. Este proceso es un trabajo multigeneracional que debe de ser un reclamo de las niñas, los niños y jóvenes acompañado por tomadores de decisiones que lo hagan realizable.
  4. Crear varios enfoques experimentales desde lo local, desarrollados con metodologías participativas de Gobierno Abierto, donde se trabajen diferentes modelos para cada contexto biosférico-social, que generen mejores resultados que una sola iniciativa de gran escala. Por ejemplo, se estuvo trabajando durante dos años en el capítulo temático “Agroecología”, que forma parte del Segundo Plan de Acción de Gobierno Abierto del Estado de Veracruz. Iniciando los compromisos en la Reserva de la Biósfera de los Tuxtlas, abarcando ocho municipios, se plantearon actividades concretas que tendrían un impacto multiplicador en los territorios al incluir en el grupo de trabajo a productores, académicos, OSC y dependencias gubernamentales.
  5. Asegurar que los pequeños productores tengan mecanismos para garantizar la transición generacional y que tanto ellos como sus posibles sucesores estén involucrados en la definición de políticas y en la toma de decisiones acerca de las inversiones que se están realizando en la agricultura.
  6. Una agricultura para la vida va más allá de la perspectiva a corto plazo del agronegocio, por lo tanto, las políticas deberían de contemplar incentivos para el desarrollo de sistemas agroecológicos multifuncionales, que son más complejos de administrar y requieren más tiempo e inversiones iniciales para establecerse.

 

BIBLIOGRAFÍA

  1. Plan Nacional Agroecológico. www.gob.mx/semarnat/prensa/elabora-semarnat-plan-para-incentivar-la-agroecologia-en-mexico?idiom=es
  2. Pazmiño, C.P., Concheiro, L., Wahren, J. (2017): Agriculturas alternativas en Latinoamérica. Tipología, alcances y viabilidad para la transformación social-ecológica. Ciudad de México: Friedrich Ebert Stiftung (FES).
  3. Leyva, Hector (ed.). (2019). Sinopsis. Esto no da para más: Hacia la Transformación Social-Ecológica en América Latina. Ciudad de México: Friedrich Ebert Stiftung. (FES).
  4. Rockstrom, Johan et.al. (2018). Transformation is feasible. How to achieve the SDGs within Planetary Boundaries. Estocolmo: Stockholm Resilience Centre.
  5. Encuesta Nacional Agropecuaria. 2017.
  6. De Schutter, O. (2012): Agroecology, a tool for the realization of the right to food. En Agroecology and strategies for climate change (1-16). New York: Springer.
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